Contexto histórico
y cultural
El Barroco fue un período de la
historia en la cultura occidental, originado por una nueva forma de concebir el
arte.
Como estilo artístico, el Barroco
surgió a principios del siglo XVII en Italia y luego se extendió hacia la mayor
parte de Europa.
Durante los siglos XV y XVI
(Renacimiento) se vivió un proceso de expansión, pero a comienzos del XVII Europa
se vio inmersa en una profunda crisis, donde gran parte de la sociedad sufría
el hambre y la miseria.
En ese momento predominaba una economía
agraria de tipo tradicional, en la que trabajaba el 80% de la población. Las
técnicas de cultivo eran muy antiguas, escaseaban los animales para el trabajo
de campo y las semillas eran de baja calidad. Todo ocasionaba una producción
muy pobre dando lugar a una crisis de subsistencia, todo esto se vio agravado
con la plaga de las pestes que asolaron Europa a mediados del siglo XVII.
Otro factor que generó miseria y
pobreza fueron las guerras religiosas, provocadas en su mayoría por el
enfrentamiento entre católicos y protestantes, como es el caso de la Guerra de
los Treinta Años (1618-1648).
Entre los años 1545-1563 se desarrolló
lo que se conoce como Concilio de Trento, en donde se justificó y alentó el
culto a las imágenes y la representación de los misterios sagrados, para
responder y hacer frente a las ideas iconoclastas y a la sobria estética
protestante. En ese sentido, el barroco sería el arte de la contrarreforma, creado por la renovación católica frente al protestantismo,
bajo la consigna de ganar fieles a través de la emoción.La Iglesia, antes que
las monarquías absolutistas que posteriormente ejercieron un poder paralelo al
Vaticano, fue la primera en comprender el poder
ilimitado del arte como vehículo de propaganda y control ideológico.
La cultura barroca enfocada en la
comunicación masiva de carácter popular, cualquier medio de expresión artístico
que utilizara debía ser principalmente didáctico y seductor, debía llegar fácilmente
al público y debía entusiasmarle, hacerle comulgar con el mensaje que transmitía.
Pero el arte barroco no se agota en el
campo de lo religioso. También se constituye como una expresión de la plenitud
de la vida, la vida se ama y se vive con intensidad, con pasión; se intenta
gustar de toda clase de sensaciones y placeres, se goza del movimiento, el
color y la luz, de los materiales suntuosos, como el oro y el mármol veteado.
Este último aspecto se explica en la realidad a la que se afrontaba en su
cotidianidad la sociedad barroca, ya que, debido a la escasez sufrida, morían
a una temprana edad, de manera violenta y masiva.
El arte Barroco
Debido a las nuevas teorías
heliocéntricas y la consecuente pérdida del sentimiento antropocéntrico propio
del hombre renacentista, el hombre del Barroco perdió la fe en el orden y la
razón, en la armonía y la proporción; la naturaleza no reglamentada ni
ordenada, sino libre y voluble, misteriosa e inabarcable, pasó a ser una fuente
directa de inspiración más conveniente a la mentalidad barroca. Perdiendo la fe
en la verdad, todo pasa a ser aparente e ilusorio (La vida es sueño; Calderón) ya
no hay nada revelado, por lo que todo debe investigarse y experimentarse.
El tema central es la libertad del ser
humano para configurar su vida, sin dejarse llevar por un supuesto destino.
Así, mientras la ciencia se circunscribía a la
búsqueda de la verdad, el arte se encaminaba a la expresión de lo imaginario,
del ansia de infinito que anhelaba el hombre barroco. De ahí el gusto por los
efectos ópticos y los juegos ilusorios, por las construcciones efímeras y el
valor de lo transitorio; o el gusto por lo sugestivo y seductor en poesía, por
lo maravilloso, sensual y evocador, por los efectos lingüísticos y sintácticos,
por la fuerza de la imagen y el poder de la retórica. La iglesia católica
entonces, usó para sus fines litúrgicos la grandiosidad y la complejidad,
manifestando el deseo de mostrarle al mundo una imagen triunfante luego de la
fuerte crítica protestante.
Es por ello que las escenas se vuelven
dinámicas, las composiciones se complican para brindar variedad y colorido. Las
luces, los colores, las sombras se multiplican y ofrecen una imagen vistosa y
atrayente de la religión y sus protagonistas.
Existía el sentimiento de que el mundo
es un teatro y la vida una función teatral: "todo el mundo es un escenario, y
todos los hombres y mujeres meros actores" (Como gustéis, William Shakespeare,
1599).
No se muestran las cosas como son, sino como
se querría que fuesen. Esta transposición de la realidad, que se ve
distorsionada y magnificada, alterada en sus proporciones y sometida al criterio
subjetivo de la ficción.
Simbologia de la luz en la arquitectura Barroca.
Un aspecto interesante a considerar es
la necesidad de persuasión. Los recursos de la razón se habían agotado, es por
ello que el barroco va a conocerse como el momento de la emoción y de la
imaginación. Se trataba de crear en las iglesias un entorno que emocionara y
cautivar el alma de sus usuarios. Un espacio verdaderamente sobrecogedor en el
cual, como un personaje más de la historia, el observador se viera envuelto en
adornos, esculturas y pinturas. El espacio religioso barroco buscaba
proporcionar al individuo la sensación de pertenecer a algo superior,
aportándole seguridad. De esta forma, es él mismo parte del entorno siendo
acogido por éste.
En la arquitectura barroca se
utilizaba la luz como un elemento material, el cual participaba en la creación
de los espacios arquitectónicos dotándoles de significado.
Dentro del templo, se acentuaron los
ejes longitudinal y vertical. El primero simbolizaba el recorrido a seguir y su
integración con el espacio urbano transformando la fachada en entrada
principal, mientras que el segundo denotaba el crecimiento espiritual, siendo
su punto más elevado la cúpula sobre el altar. Este punto, considerado como la
meta, coincide en ocasiones con la luz, lo que arquitectónicamente se ve
representado por la penetración de intensos haces luminosos a través de sus
huecos y en la abundante decoración de las bóvedas.
Hacía los siglos XVII y XVIII la
iluminación natural era esencial para la arquitectura. Aunque se utilizaran
también otras fuentes de luz artificiales, como las velas y las lámparas de
carbono y de aceite, lo más seguro es que estas fueran limitadas en sus horas
de utilización, reservándose casi exclusivamente para las horas nocturnas.
Encontramos variados tipos de
iluminación, aunque la gran clave siga siendo la iluminación alta, proveniente
de la parte superior y fuera de la altura de los ojos del observador, a través
de ventanas o huecos cenitales en las cúpulas. Los efectos de la luz invisible,
cuya fuente se ocultaba para obtener un efecto ilusionistico de sentido mágico,
insinuando la presencia de algo sobrenatural, aunque no podamos ver ningún ser
divino.
En la arquitectura la luz es un
recurso esencial. La luz natural ilumina el exterior de los edificios y entra
en el interior por los vanos (apertura en una
superficie compacta), prestándose atención especial por los arquitectos a la
orientación desde los inicios de la historia de la arquitectura (la orientación
convencional, este-oeste, permite considerar iluminaciones matutinas y
vespertinas, lados de solana y umbría, e incluso la variación estacional). Los
atrios, patios y claustros son soluciones arquitectónicas que llevan la luz al
interior de edificios amplios. El efecto de la luz que entra por las
ventanas y culmina en un círculo
perfecto, contribuyen en su conjunto a crear la impresión de un recorrido
ascensional que conduce a los fieles hacia la sabiduría divina.
La luz es imagen de Dios mismo y de su
bondad elevada sobre el mundo, extendida por todas partes y capaz de penetrarlo
y contenerlo y dar vida a todo. Envuelve en sí misma todas las cosas que
existen, las purifica, las completa, las renueva, las conserva y hace que no
mueran.
Es definida como el adorno de los
cielos y de todos los cuerpos, nada es tan alegre para la mirada, ni tan
agradable al ánimo, nada más fortalecedor para la vida, nada más importante
para el conocimiento. Sin ella, todas las cosas quedarían inmersas entre
tinieblas y desconocidas para nosotros.
En el siglo XVII se suele utilizar la
ceguera unida a la luz de forma simbólica, la luz divina que ciega y al mismo
tiempo abre los ojos a la fe; la luz triunfadora sobre la oscuridad está implícita
en la alegoría barroca de la verdad revelada por el Tiempo.
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